domingo, 25 de octubre de 2015

El TEMBLOR de la FALSIFICACION Patricia HIGHSMITH DonDELILLO COSMÓPOLIS


¿Existe uno, o hasta qué punto
existe uno como individuo,
sin amigos, sin familia, sin alguien
con quien pueda uno relacionarse,
para quien la existencia de uno
tenga la menor importancia?


Esta reflexión del protagonista de la novela de Patricia HIGHSMITH "EL TEMBLOR DE LA FALSIFICACIÓN"  (Alianza Editorial, Madrid 1993, pág. 183) podría ser el núcleo central de las ondas concéntricas de las obras que hoy se entrelazan.

                               

Su cruce no puede ser más antagónico, pero precisamente por esa distancia, me han llamado la atención fusionable de ambas obras como sendas caras de la misma moneda que sería el occidental sumido en los extremos de contradicciones radicales, como las que expresa Don DeLillo en su conocida COSMÓPOLIS.


¿Qué es lo que ahora tiene importancia?
Ser consciente de lo que me rodea.
Entender la situación de los demás,
los sentimientos de los demás.
...
Creía que tú tendrías que ser bella.
Eso ya no es verdad.
Era verdad a primera hora del día.
Pero nada de lo que entonces
era verdad es verdad ahora.
(SEIX BARRAL, Barcelona 2003, págs. 143-144)

Sumido en esta nave semiespacial el cosmos de Eric, el plutócrata de genio nihilista que recorre las calles de Nueva York protagonizando esta novela, representado una suerte de concentrado de capitalismo urbano y deshumanización que, sin embargo, para situarse en un fondo sentimental hiperconsciente.

Frente a este surcador de la capital del mundo, el escritor que protagoniza el TEMBLOR DE LA FALSIFICACIÓN se mueve en un exilio forzado de una localidad de Túnez.

                                    

En tal apartamiento no deja de tener un cordón umbilical con Nueva York, del que recibe nada menos que el eco del suicidio en su apartamento del amigo cineasta que esperaba para realizar una película en Túnez y que, para más inri, ha tenido una relación frustrada con la mujer con la que el escritor aspiraba a casarse.

Todo parece romperse así, lo mismo que alrededor de la limusina de Eric parece derrumbarse la misma Nueva York en un caos de atascos, manifestaciones, altercados colectivos, funerales y demás eventos catastróficos.


Y es que todo es un remolino.
El remolino es la dramaturgia
del despojamiento.
Gritan y gritan hasta fundirse
en un alma común.
Y todo porque esta noche
ha muerto alguién, 
porque sólo es girar vertiginoso
podrá aplacar su pesar.
(OB. CIT. PÁG. 163)

Aunque lo anterior viene referido a una danza de derviches, resulta una magnífica metáfora del movimiento que arrastra un mundo sumido en el caos. ¡Quién pudiera hacer que un baile así aplacara todas las amenazas existentes!


Nuestros protagonistas convocan a su alrededor a los oráculos de que disponen. El multimillonario Eric hace ir a su limusina desde analistas de bolsa, hasta médicos, pasando por alguna teórica intelectual, de la que anecdóticamente se pregunta:

Ella hablaba... tenía un don innato.
¿En que más creería? Sus ojos no delataban
nada. Al menos para él eran de un 
gris tenue, remotísimos, carente de vida propia...
¿En donde estaba su vida? 
¿Qué hacía al regresar a casa?
¿Quien le esperaba allí,
además del gato?
Creía que sin duda tenía un gato...
(OB. CIT. PÁG. 127)

Desconocidos con los que Eric intercambiará sexo en ocasiones, aunque no con su esposa, hasta algún momento catártico y dramatizado hasta el absurdo.

 

También el escritor en Túnez tendrá sus oráculos representados en un bohemio pintor danés (con el que tendrá una excepcional complicidad) y un fanático propagandista americano (con el que, sin embargo, saltarán desconfianzas, a pesar de su común nacionalidad.

También la metamorfosis del escritor habrá de pasar por su pareja, para que lo nuevo acabe pareciendo inservible frente a unas costumbres clásicas a las que parece volverse tras la enfermedad del relativismo cultural sufrido.


Todo se tambalea igualmente en el exilio, lo mismo que la limusina acabará manchada por la furia del entorno.

Sé que  estoy conversando
con una pistola
que no puede responder
...
Decir su nombre se le antojaba
una derrota esencial,
el más íntimo de los fracasos
de carácter, de voluntad,
pero era también tan inevitable
que no tenía sentido
ofrecer resistencia.
(OB. CIT. PÁG. 221)

Hay un temblor esencial en la impostura que se pierde con la pérdida de lo ambicionado.

                   

domingo, 13 de septiembre de 2015

De PRIMER AMOR de SAMUEL BECKETT a EL CANTO DE LAS AMAPOLAS de NEIL HAZARD

En un verano guiado por tardes azules se cruzan escrituras de final y de comienzo, de retorcer y desanudar, de parodiar y poetizar en relato, de hacer de la prosa risa cínica o del verso prosa negra, muerte y nacimiento, muerte y adolescencia eternas.



Me ha seducido grandemente que un autor consagrado se cruce en la lectura con un primerizo, y dispute a la fiebre lectora del conclusivo el impulso de aquello por construir, pero que se insufla de tanto verbo que tiende a abrir más el corazón que todo lo que el primero cierra.



Hay un arranque común, paradójicamente: la muerte del padre.


Asocio, para bien o para mal,
mi matrimonio con la muerte de mi padre,
en el tiempo. Que existan otras uniones,
a otros niveles, entre ambas cosas,
es posible. Bastante difícil
me resulta decir lo que creo saber.

Así comienza el Nobel Beckett, mientras el novel Neil Hazard se enfrenta a una creencia mucho más apasionada:

Zoe no tiene frío. Zoe solo sabe
que su padre está muerto 
y que debe ir a buscarlo.
El invierno agoniza y las amapolas
han vuelto a cantar en la llanura.
La guerra ruge al otro lado
de las montañas. Y el camino
es ya lo único qué importa.

Y así se presenta esta embriagadora prosa poética en las principales plataformas editoriales digitales (http://www.amazon.es/canto-las-amapolas-Neil-Hazard-ebook/dp/B012Y80XH0 http://www.bubok.es/libros/241372/El-canto-de-las-amapolas y GOOGLE PLAY)
y desde luego iniciamos un muy diferente camino de los derroteros paródicos de Beckett, pero mucho más arrebatador, hasta el punto de parecer una suerte de nueva versión en relato de TEMPORADA EN EL INFIERNO de RIMBAUD o una lectura en negro adolescente y transformador del relato clásico EL MAGO DE OZ de BAUM.

                                  

Aquel punto de arranque común conduce a contraponer la muerte y el amor, la nada y el todo, introduciendo en ambas obras un dilema nihilista.


Pero lo que a mi me interesaba,
rey sin sujetos, aquello de lo que la disposición
de mi carcasa no era sino el más lejano
y fútil reflejo, era la supinación cerebral,
el adormecimiento de la idea de yo
y de la idea de ese pequeño residuo
de bagatelas venenosas a las que 
llaman no-yo e incluso el mundo, por pereza.

Así lo declara el protagonista de PRIMER AMOR justo después de la escena simbólica que desata su "amor", tras este intercambio de gestos y palabras con su "amada" en el estrecho banco en que coinciden:


¿Todo lo que quieres es estirarte?, dijo.
Es una grave equivocación dirigirle la palabra
a la gente. Pues basta con que pongas
tus pies sobre sus rodillas, dijo.
Noté bajo mis pantorrillas sus muslos rebosantes.
Empezó a acariciarme los tobillos.

De este minimalismo pasamos a la exhuberancia de NEIL que sitúa como primer encuentro en el camino de Zoe nada menos que a un metamorfoseante dios, simbolizador de un todo en extinción y que así se presenta en inmensidad desbordante:


He sido la eternidad de algún poeta.
He sido la locura de un rey.
He sido el ojo azul del mundo.
He sido una gota de lluvia. He sido una
galaxia entera. He sido un uniforme azul.
He sido la muerte, y a veces, incluso la vida.
He sido el cielo azul en verano, las tardes rojas de otoño.
La cuerda de una lira. He sido todo.
Pero, ¿qué soy ahora? Nada, en absoluto.
Ah, querida, como si la Eternidad existiera de verdad

Con tal aparición el nuevo personaje compone una misteriosa nominación:


—¿Tienes un nombre? —logró articular, por fin.
—Tenía cientos —respondió él con la mirada

perdida y la sonrisa ausente. Zoé se preguntó qué
tierras adivinaba aquel ser más allá de las nubes rojas
—. Aunque ahora solo me queda uno. El más antiguo
de todos. El único que no me dieron los hombres,
porque estaba en las estrellas mucho antes de que
naciera el primero de vuestra raza. Era el que
susurraba el océano al principio de los tiempos. Los
demás, se han perdido. Llámame Proteo



Mientras en BECKETT la palabra parece un átomo del gesto, para NEIL la palabra será el único todo que arrastre la tempestad vital o mortal que encarna ese mismo dios:


Proteo, de entre toda la estirpe
de los viejos dioses,sobrevivió.
El era una fantasía especial, un delirio
exquisito y primario.
Había sido atesorado durante una vida entera por un
pobre loco que añoraba un mar que no conocía, y
garabateaba en un cuaderno poemas artificiales y
seres sin figura. Cuando murió, sus páginas fueron
devoradas por un diluvio de sal. En su tumba nació un
mar. Proteo nació de aquellos dibujos sin forma
definida con el poder de adquirir la que quisiera.
Heredó la videncia de sus antepasados los versos.
Atesoró el salitre y la tinta en la piel y el rumor de las
olas bajo el costado derecho. Así. Proteo era un dios
de palabras y océano. 




El camino de Zoe sigue los senderos de un nuevo encuentro con otro personaje de poética trascendencia:


Además, durante el día. acurrucado al
amparo de alguna enredadera. Drac echaba
de menos sus propias palabras. Vivía de
las palabras de otros porque él no tenía.
Estaba mudo. De su garganta no salía
nada, más que el rugido del silencio.
Jamás podría pronunciar una sola palabra.
Jamás regalaría un verso al viento ni haría
suya una historia. Jamás podría contarle a
nadie todo lo que había oído. Movería
siempre los labios. Sería el insecto
defectuoso, el pájaro roto

Este personajes podría ser de estirpe beckettiana pues casi emparenta con tantos reptantes como aparecen en sus obras y que arrastran un destino crucial para la revelación de uno mismo y del otro. Así se pregunta ALAIN BADIOU en BECKETT EL INFATIGABLE DESEO (Arena Libros 2007):

¿Que es el despoblador? Es el otro propio
de cada uno, aquel que lo singulariza,
que lo extirpa del anonimato.
Ser "despoblado" es advenir a sí mismo,
no ser ya más que un simple elemento
de la pequeña tropa de buscadores.
Beckett supera así las antinomias
dolorosas del COGITO: no es de la 
confrontación verbal, cara a cara,
con uno mismo de la que depende
la identidad de uno mismo,
es del descubrimiento de su otro.
(ob. cit. pág. 44)



Zoe va enfrentándose a sus otros como si no perteneciera ni a sí misma y de esa manera se acurruca en la forma de otros personajes que se metamorfosean con su encuentro:

Wolf era, incluso para los que creían conocerlo,
un ser impreciso. Jamás estaba del todo presente
y, sin embargo, reía más que la mayoría.
Para algunos, era un simple que huía.
Para otros, un loco que no lloraba.
Pero todos estaban de acuerdo en una cosa. Aquel
joven era salvaje como el enebro y la escarcha, tenía
la garganta llena de bramidos y la mirada cristalina.
Era un poco pájaro y muy, muy lobo. En su sangre se
mezclaban las hojas muertas y la piel tensa de los
venados al emprender la huida. 
Por lo demás, era bueno

                            

—¿Tiene sentido la vida? —preguntó Nihil.
apoyando su espalda en las espinas oxidadas de
Proteo— No sé. creo que hay seres que nacen para ser
repugnantes y el hecho de que lo sean es una
maravilla tal, que los hombres no pueden soportarlos.
—Estás sin dibujar —le reprochó él—. Y has
cometido el mayor error de todos, y es pedirle a la
poesía que te dé ojos. Ahora tienes tres.
—¡Soy deforme! —río Nihil.
—No, eres nada.
—Sí, soy todo.
—Si algo he aprendido de Wolf, o de su botella, o
de sus ojos turbados, es que el sentido de la vida es la
vida misma





Ese juego de sentidos es la parte central del libro de NEIL HAZARD. En su despliegue de hondo dilema choca con el despojamiento total de BECKETT:

Tuve que defenderme contra un sentimiento
que se hincaba poco a poco,
en mi espíritu helado,
con el horroroso nombre de amor.

BADIOU interpreta este "sentimiento" con las reveladoras apreciaciones sobre las obras de BECKETT que siguen:

El "hombre" desea la nada del DOS,
mientras que la "mujer" guardiana errante
y "recitante" de la unidad original,
del mero punto de encuentro,
no desea nada más que el DOS sea
la tenacidad infinita de un DOS que dura.
...
El amor es cuando podemos decir
que tenemos el cielo
y que el cielo no tiene nada.
...
El amor es ese intervalo por donde
se persigue hasta el infinito
una especie de indagación sobre el mundo.
(ob. cit. pág. 52)

El entrecomillado de géneros no es más que la nominación de una dicotomonía que no tiene porqué necesariamente de lo masculino y femenino sino de tendencias de individuos. PRIMER AMOR ejemplifica también ese debate desolador hasta el punto de la que la huida final -que no revelaré- se produce con la música de fondo de un grito descarnado.



Y el rostro de mi padre, en el lecho de muerte
me había hecho entrever la posibilidad
de una estética de lo humano.
(PRIMER AMOR, Ed. de Minuit, 1970, pág. 35)

Curiosamente, tal será el "rostro" que persiga ZOE y cuya idealización tan humana propiciará el negro milagro de la poesía mientras todo se derrumba y una nada se hace voz para la adolescente esperanza de eternidad:

Se secó al sol. En su bolsillo derecho saltaban
 un par de piedrecitas multicolores.
Las sostuvo un momento, y las acarició con
la punta de los dedos. El estaba allí
y era Drac otra vez. Solo Drac.
No era el niño mudo, ni el guia,
ni siquiera el pájaro sin garganta. Era el
asesino de serpientes, quizá,
era la voz de las viejas fortalezas.
Tal vez visitara a Fia antes de volver a Dropsville.
Quizá nunca regresara a Dropsville,
 después de todo. Se convertiría
en un poeta de tres ojos.
Trabajaria para ser vidente.
Se cambiaría el nombre.
A falta de otra cosa, se llamaría Nada.
O Nihil


Un ser autor que resulta metamorfosis nihilista de un todo simbólico sumergido en el océano de poesía de este relato.

domingo, 5 de abril de 2015

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ en PIEDRA Y CIELO bosque ALCORNOQUES del ACEBRON en DOÑANA

Revisitar paisajes y encontrar piedras preciosas entre caminos boscosos -que son tan únicos como el bosque de alcornoques del centro de interpretación del Parque Nacional de Doñana en los alrededores del Palacio del Acebrón- o luminosos como la Casa Museo de Zenobia-Juan Ramón Jiménez en Moguer (Huelva).


En este despacho escribía Juan Ramón guardando sus "meditaciones" en cuartillas que archivaba en esas cajas del armario, para revisarlas tantas veces como se pule una piedra preciosa y así formar sus poemas bajo la final disposición de "MPS": meditaciones para siempre.

Los recuerdos son como dunas
que lleva el viento:
no tienen lugar fijo,
están en todos.



Adquirí allí PIEDRA Y CIELO, libro del poeta compuesto entre 1917 y 1918, encontrando ahí esas piedras pulidas que se fueron filtrando entre los paseos en la playa y los senderos del parque: dunas, vegetación singular y muchas aves incluidas.

¡Qué goce, corazón, este quitarte,
día tras día, tu corteza,
este encontrar tu verdadera forma,
tierna, desnuda, palpitante,
con ese encanto hondo, imán eterno,
de las cosas matrices!


Corteza de corcho es lo que quitaban hasta hace unos decenios a estos alcornoques y se sigue notando cómo los troncos se diferencias en textura de las ramas más abruptas y menos descortezadas.


¡Ignota mina de los sueños
-sólo un aroma vago un
color desvanecido,
un acento sin nombre-,
a cuyo oro nunca llegan
los pozos de la aurora!

¡Sueños de otro hemisferio 
de lo infinito!

EL NUEVO DÍA se titula este poema del libro y reconduce a unos sueños que bien podrían esconderse en esas grietas de los misteriosos alcornoques.

XXXVIII 
DESPERTAR
¡Quisiera siempre ser para ti, vida,
como la flor, que tras la noche
del atesorador sueño infinito
de sus hojas cerradas,
da, en un punto, al abrirse el día,
toda la esencia de su sueño!


Nada mejor para esta "evocación de ese doble ser (árbol-yo)" que dice el comentarista (Miguel Casado) del poemario estaría en la raíz del mismo, que este entrelazamiento con este bosque tan ensoñador, que te atrapa en sus formas como queriendo el abrazo feroz de la intimidad.

¡Ventura; qué árbol invisible e infinito
da tu fruto, que el alma
a veces coje, pleno?

¿Cuáles de estas ideas son tus ramas,
de estos sentimientos son tus flores,
de estas canciones son tus pájaros,
de estas sonrisas tus aromas?

¿Qué te alimenta tus raíces?
¿Cómo, por donde, igual
que este limón por mi ventana, entras
en nuestra cámara más honda
y rozas allí, dulce, el corazón?




Eternidad, belleza
sola, ¡si yo pudiese,
en tu corazón único, cantarte,
igual que tú me cantas en el mío,
las tardes claras de alegría en paz!

¡Si en tus éstasis últimos,
tú me sintieras dentro,
embriagándote toda,
como me embriagas todo tú!

¡Si yo fuese -inefable-,
olor, frescura, música, revuelo
en la infinita primavera pura
de tu interior totalidad sin fin!



La tierra lleva por la tierra;
más tú, mar,
llevas por el cielo.

¡Con qué seguridad de luz de plata y oro,
nos marcan las estrellas
la ruta! -Se diría
que es la tierra el camino
del cuerpo,
que el mar es el camino
del alma-.


domingo, 8 de febrero de 2015

JOYCE JOHNSON personajes secundarios BANVILLE BLACK ordenes sagradas PLATH iguales SENSIBLES

Últimamente han coincidido los más auténticos testimonios de mujer en insospechados rincones de aparentes orbes masculinos.


Estudio de figura sentada, 1957, Silvia Plath, Dibujos Ed. Nórdica 2014

Comencé a leer "Personajes secundarios" de Joyce Johnson por su  recreación de la generación "beat" y a raíz de una crítica de mujer que me pareció inmisericorde para con otra mujer, al presentar a su autora y amigas como "las que quisieron ejercer de prima donnas" respecto de las rutilantes estrellas de Kerouac, Ginsberg y otros.
Joyce aparece en el segundo plano de la foto, tras Kerouac
                                     
Me pareció cruel la crítica y más me lo ha constatado la lectura de un testimonio verdaderamente vital y vívido, donde más que competir por nada, esas jóvenes lucen en su autenticidad sentida más allá de las payasadas vitales de los famosos, a los que admiran -sí- pero cuya precariedad emocional se hace patente y tan verosímil que las hace más protagonistas vivas a ellas, que a tales mayormente iconos.



A las chicas, la lucha por la libertad 
les resultó mucho más complicada. 
Con todo, aquélla fue mi revolución. 
Yo no me moví de Nueva York. 
Tan sólo dejé el barrio en el que había crecido
 y me mudé al sur de Manhattan. 
Y, por accidente, terminé acompañando
 a Jack Kerouac en el centro del escenario,
 donde estaba la acción, aunque siempre 
me sentí en los laterales. 
Me sumergí en el papel de observadora 
mucho más de lo que hubiera deseado. 
Y, aunque no tomé apuntes, 
me repetía: «Acuérdate de esto»

Joyce se sabe a un lado pero capta y actúa de primera mano su propio devenir, y también las de unas amigas con las que comparte una entrada difícil en una emancipación juvenil y libertad superior, mayormente costosa para la mujer.

                              

Frente a foto típica tan masculina de la camaradería juerguista de los estudiantes icónicos y paradigmáticos de la generación, se erige un relato de sentida e íntima amistad que lleva un marchamo femenino envidiable. Así, Joyce rescata a sus anónimas amigas con mayor sentimentalidad dramática que tales divos:


Allen Ginsberg veía en la desnudez 
la mejor defensa contra el mundo. 
Una desnudez tan pura e indiscriminada, 
tan absoluta, que no dejara lugar 
a interpretaciones. La leyenda tan sólo 
tenía cabida en la realidad del instante efímero.
 Así, Elise fue un momento en la vida de Allen.
 En la de Elise, Allen fue una eternidad


Miro el ojo azul y amoratado de Kerouac
 e interpreto su melancolía como la mirada
 de un hombre necesitado de amor porque
, entre otras cosas, tengo veintiún años. 
Creo en el poder curativo del amor, 
igual que los ingleses creen en el té 
y los católicos en los milagros de Lourdes

                                     lu-anne-henderson-1947

Ellas aman profundamente y parece que, por ejemplo, el mayor amor de Kerouac habría sido su madre, a cuyo refugio tendía y acudía como lo más seguro, mientras no sabía bien cómo atender las emociones amorosas de pareja.


Para Hettie, el negro se convirtió 
en el color de muchas otras cosas, 
de las cosas más auténticas 
que había conocido jamás,
 de una expresión de la experiencia más pura, 
de una sabiduría primigenia que los barrios blancos 
les negaban a sus hijos….   
«Los dos nos adentramos en el matrimonio
 —escribe LeRoi Jones— cual vacilantes
 exploradores en la costa 
de algún país desconocido. 
Pero no estábamos preparados 
para los conflictos interiores 
que América depararía a una unión 
como la nuestra, y nuestra vida en el Village
 a duras penas nos protegió de los conflictos
 tradicionales, los exteriores.» 
El ensayo acerca de estos años 
que publicó en 1980, Confesiones 
de un antiguo antisemita, constituye 
una desconcertante apología 
de su vitriólico repudio del 
ambiente cultural posbeat 
—corría el año de 1965— y de la mala fe 
de la que hizo gala al denunciar 
públicamente a su esposa Hettie
 y a los amigos blancos que siempre
 lo apoyaron y lo arroparon


Le Roi Jones con Diane Di Prima, poesta de la Beat Generation
                     
Así terminó el desafío interracial de esta otra amiga en unos años 50 que fueron resistidos mejor por la esposa que por el marido, a pesar de la indudable valentía superior de aquélla.

Un contexto que aparece representado vitalmente en el libro y que, con sensible apreciación de escritora, Joyce trasmite con la gran dosis de reflexión que le da la distancia temporal:


Pero en 1957 todas estas cosas aguardaban 
en el futuro. En aquellos días de emoción y esperanza 
—esperanza en las cosas de verdad, e
n las convicciones profundas, 
en las experiencias vividas; 
en todo aquello que no fuera mera pose
— parecía anidar un potencial 
de transformación tremendo… 
Nunca terminé de encajar en los años sesenta. 
A pesar de todos sus fuegos de artificio, 
me parecieron decepcionantes, 
como si un desenlace prometedor 
hubiera quedado truncado. Ante mis ojos, 
los hippies reemplazaron a los beatniks; 
los sociólogos, a los poetas; 
los lienzos desnudos, a los Klines. 
Desanimada, contemplé la emergencia 
del «estilo de vida». La antigua intensidad 
se disolvió en el «Haz lo que te toca»,
 consigna que evocaba una libertad 
en la que no quedaba rastro 
de las luchas pasadas. 
El éxtasis ya era químico, para olvidar
 bastaba con una receta del médico. 
La revolución estaba en el aire,
 pero nunca triunfó; y si hubiera triunfado, 
Jack no habría tenido cabida en sus ortodoxias.

                                  

Intentando cambiar de registro y ambiente, seguidamente me sumerjo en la atmósfera negra de nuestro último Premio Príncipe de Asturias de Las Letras, John Banville, bajo el seudónimo de Benjamin Black, y sus ORDENES SAGRADAS, de reciente publicación en Alfaguara.

                                               Portada de Órdenes sagradas

Y la sorpresa es que bajo el seductor cuerpo de mujer de la portada se esconde también una historia con alma de mujer. Aunque su protagonista no deja de ser el singular forense, Quirke, que hipnotiza toda la serie de historias del Dublín de los años 50 del pasado siglo, cobran fuerza emotiva su hija, Phoebe, y una amiga de la misma, que resulta ser la hermana gemela del asesinado sobre el que gira la historia-

La situación debería haber sido triste,
pero por la razón que fuese no era así.
Resultaba imposible resistirse al encanto
de las historias de la joven,
a su mordacidad, a su risa.
Era la clase de persona que Phoebe 
hubiera deseado tener como amiga.
¡Qué pena que viviera en Londrés!
Al pensar esto, Phoebe cuestionó,
como hacía a menudo,
su propia decisión de permanecer
en aquella ciudad, pequeña y sombría...
Se compadeció de sí misma,
aunque intuyó que no como
la mayor parte de las personas 
que se compadecen de sí mismas,
sino a cierta distancia,
casi de forma desapasionada...
Había heredado de su padre
ese don del desdoblamiento,
si acaso se trataba de un don.
(Ob. cit. págs. 126-127)

Son especialmente intensas las páginas dedicadas a tal amistad sorprendente y arriesgada, cuya intimidad llena de luz la oscura historia del fallecido hermano.

Lo más glorioso de esta novela negra es que lo de menos son las pesquisas, que se sustituyen por revelaciones en estados insospechados, así como el desenlace se acaba buscando más por el pálpito de visiones en otros rostros y miradas que por la persecución del objeto investigado.

Otro Dibujo de la desgraciada poeta Silvia Plath, NórdicaLibros 2014, pág. 74
Banville recurre al ámbito marginal de los "thinkers" y su paralelo lenguaje vulgar para voltear el registro habitual del género y renovarlo a perspectivas diferentes, y en particular a la sensibilidad profunda de las mujeres, con la que se entrelazan las dos novelas que comento.

Envidio esa intimidad de algunas amistades entre mujeres, como algo de lo que parecer verse privado el hombre, y a lo que me resisto con todas mis entrañas, reivindicando ese singular grito de igualdad que esgrimió la actriz Emma Watson en una famosa intervención reciente en la ONU:

Tanto los hombres como las mujeres 
deberían sentirse libres para ser sensibles. 
Tanto los hombres como las mujeres 
deberían sentirse libres para ser fuertes. 
Es hora de que veamos los géneros 
como un espectro en lugar de dos ideales opuestos.
 Deberíamos dejar de definirnos 
por lo que no somos y empezar a definirnos
 por lo que somos. Podemos ser más libres 
y esto es de lo que trata HeForShe. 
Es sobre la libertad. Quiero que los hombres 
acepten la tarea para que sus hijas, 
sus hermanas y sus madres puedan ser libres
 de prejuicios pero también que sus hijos
 tengan el permiso de ser vulnerables 
y humanos también que reclamen 
partes de ellos que habían abandonado, 
y con ello, sean una versión más verdadera 
y completa de ellos mismos